Llegó el momento de irme a la mili, había pedido prorroga por estudios pero ya no estudiaba o sea que me tocó cumplir mi condena.
Me tocaba en Zaragoza y el ejercito me pagaba el billete, me fui temprano para no perder el tren, me acompañaba mi amigo JJ estábamos tomando un café en la estación cuando entró el tren en el andén, casi sin parar volvió a arrancar dejándome a mi en tierra con cara de tonto.
¡Empezaba bien! Estuve cavilando posibilidades y me decidí por ir con mi coche, entonces tenia un Visa, una maravilla de coche, diesel pero corría más que el otro gastando menos.
Ni corto, ni perezoso puse rumbo a Zaragoza, llegué y busque el pueblo: “Mozalbarba”, aparqué en las afueras del pueblo y me dirigí al cuartel.
Allí lo normal, entras asustado, te rapan el pelo (y yo pregunto ¿para que?), te dan un uniforme, etc.
Nos tocaba dormir en una nave larga en la que pequeños tabiques que no llegaban al techo separaban una camareta de otra.
En cada una de ellas 4 literas, 4 taquillas y una especie de baúles debajo de cada taquilla a los que llamaban “botero”. Ese era nuestro espacio, en él debíamos guardar nuestras cosas y convivir 4 chavales venidos de cualquier parte de España.
Me tocaba en Zaragoza y el ejercito me pagaba el billete, me fui temprano para no perder el tren, me acompañaba mi amigo JJ estábamos tomando un café en la estación cuando entró el tren en el andén, casi sin parar volvió a arrancar dejándome a mi en tierra con cara de tonto.
¡Empezaba bien! Estuve cavilando posibilidades y me decidí por ir con mi coche, entonces tenia un Visa, una maravilla de coche, diesel pero corría más que el otro gastando menos.
Ni corto, ni perezoso puse rumbo a Zaragoza, llegué y busque el pueblo: “Mozalbarba”, aparqué en las afueras del pueblo y me dirigí al cuartel.
Allí lo normal, entras asustado, te rapan el pelo (y yo pregunto ¿para que?), te dan un uniforme, etc.
Nos tocaba dormir en una nave larga en la que pequeños tabiques que no llegaban al techo separaban una camareta de otra.
En cada una de ellas 4 literas, 4 taquillas y una especie de baúles debajo de cada taquilla a los que llamaban “botero”. Ese era nuestro espacio, en él debíamos guardar nuestras cosas y convivir 4 chavales venidos de cualquier parte de España.
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