Me mudo, vuelvo al barrio que me vio nacer.
Eso fue lo que puse en el facebook antes de irme de lo que fue mi casa durante un tiempo, menudo piropo llamar barrio a cuatro casas esparcidas por el monte como un estucado de manchas aceite en unos pantalones nuevos.
Pero sí, cuando salgo de casa veo el camino por donde mi abuelo me enseño a andar poco antes de morir, también veo el camino por donde íbamos andando al colegio. Recuerdo que nos jugábamos la vida cruzando la autovía hoy, hay un paso inferior apto para traileres.
También ha cambiado el colegio, antes era la típica casita que dibujaría un niño pintada de amarillo, con el techo rojo y pequeñas ventanas cuadradas perfectamente alineadas hoy, es un cubo de hormigón gris con ventanales de aluminio, ¡¡¡Que poca imaginación tienen los arquitectos de hoy día!!!.
También ha cambiado el cementerio (Porque sí, esta casa tiene vistas al futuro) se quedaba pequeño y hubo que ampliarlo, cosas de la vida, bueno de la muerte. Sin embargo el camino no ha cambiado, los mismos muros de piedra, los mismos almendros, el mismo portón de madera, etc. Supongo que para ellos treinta años no son nada, quien sabe cuantos años deben tener.
Pocos recuerdos tengo de aquellos tiempos, pero recuerdo perfectamente un “garrofero”, perdón un algarrobo cuya sombra albergaba una alfombra de tréboles, pasé horas y horas buscando inútilmente uno de cuatro hojas hasta que, decepcionado llegué a la conclusión que no existían. Que los tréboles de cuatro hojas eran un mito, ahora pienso que fue lo que abrió una lista mental a la que luego se irían añadiendo el ratoncito Pérez, los reyes magos, los amigos en quien puedes confiar y después los amores sinceros, la justicia, la verdad, Dios, etc.
Cuantas cosas he dejado por el camino, me pregunto si queda algo en lo que creo, a pesar de eso si el Domingo salgo a pasear con mis hijos volveré a ver si todavía existe el algarrobo y, si todavía tiene tréboles buscaré con mis hijos uno de cuatro hojas, ojala ellos si tengan suerte.
Pero sí, cuando salgo de casa veo el camino por donde mi abuelo me enseño a andar poco antes de morir, también veo el camino por donde íbamos andando al colegio. Recuerdo que nos jugábamos la vida cruzando la autovía hoy, hay un paso inferior apto para traileres.
También ha cambiado el colegio, antes era la típica casita que dibujaría un niño pintada de amarillo, con el techo rojo y pequeñas ventanas cuadradas perfectamente alineadas hoy, es un cubo de hormigón gris con ventanales de aluminio, ¡¡¡Que poca imaginación tienen los arquitectos de hoy día!!!.
También ha cambiado el cementerio (Porque sí, esta casa tiene vistas al futuro) se quedaba pequeño y hubo que ampliarlo, cosas de la vida, bueno de la muerte. Sin embargo el camino no ha cambiado, los mismos muros de piedra, los mismos almendros, el mismo portón de madera, etc. Supongo que para ellos treinta años no son nada, quien sabe cuantos años deben tener.
Pocos recuerdos tengo de aquellos tiempos, pero recuerdo perfectamente un “garrofero”, perdón un algarrobo cuya sombra albergaba una alfombra de tréboles, pasé horas y horas buscando inútilmente uno de cuatro hojas hasta que, decepcionado llegué a la conclusión que no existían. Que los tréboles de cuatro hojas eran un mito, ahora pienso que fue lo que abrió una lista mental a la que luego se irían añadiendo el ratoncito Pérez, los reyes magos, los amigos en quien puedes confiar y después los amores sinceros, la justicia, la verdad, Dios, etc.
Cuantas cosas he dejado por el camino, me pregunto si queda algo en lo que creo, a pesar de eso si el Domingo salgo a pasear con mis hijos volveré a ver si todavía existe el algarrobo y, si todavía tiene tréboles buscaré con mis hijos uno de cuatro hojas, ojala ellos si tengan suerte.
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