sábado, 5 de mayo de 2012

El jefe traicionado


-¿Tú también hijo? - Dijo Felipe cuando observó que Pedro levantaba la mano – Pero ¿Por qué?
-Brasil – Contestó él – Ahora por fin podré ir

La mujer de Pedro era brasileña y Pedro llevaba años pidiéndole a su padre que le dejara ir a Brasil
a montar una delegación en aquel país, Felipe siempre le decía que no por que no quería perderlo de su
lado. Ahora se había aliado con su cuñado para salirse con la suya.

Después recorrió con la mirada la larga mesa de juntas en la que se encontraban el resto de socios, todos entrajados y serios. Ninguno levantaba la mano y esperaban como Felipe que la moción para cambiar el presidente de la empresa presentada por el yerno fracasara, bueno todos no. También levantó la mano Cristian, aquel antiguo socio suyo con el que nunca salieron los negocios adelante.

Hace un par de años viéndolo arruinado otra vez, sintió lástima y le ofreció un puesto en la directiva con una participación en la empresa. Un pequeño tanto por ciento pero, por desgracia esa participación era suficiente para inclinar la balanza a favor de su yerno y su hijo.

-No te preocupes papá, esto sólo es un cambio de dirección, nada más, únicamente creemos que
hace falta alguien más joven para dirigir la empresa

Felipe dirigió la mirada asesina a su yerno, ¿Cómo podía decir eso? Entonces pensó que la culpa era
suya, había visto como se había ido haciendo sitio poco a poco en el consejo de administración. Primero aportando capital, después desplazando a su esposa hasta hacerse cargo totalmente de sus acciones y ser el segundo máximo accionista.
Todo eso había pasado delante de sus ojos y lo había permitido, había visto como su hija había ido
perdiendo fuerza dentro del consejo hasta el punto de dejar de asistir. Incluso había mirado para otro
lado con las numerosas aventuras de su yerno. Lo que no se había imaginado era que él seria el
siguiente: Que su yerno no se iba a conformar con ser el segundo del consejo de administración. Ahora
le dirigía una sonrisa fraternal y le llamaba papá.

-¿Crees que puedes dirigir la empresa mejor que yo?
-Papá, lo has hecho muy bien pero no es momento de mirar al pasado, es hora de comenzar una
nueva etapa de expansión

Su yerno tenia el discurso bien aprendido y no lo sacaría de ahí. Entonces dirigió la mirada a su hijo.

-¿Brasil? Y has vendido a tu propio padre sólo para darle trabajo a la familia de tu mujer
Pedro se sintió incómodo con dicha afirmación, probablemente no esperaba que su padre se lo
tomara tan mal o simplemente, no se lo había planteado.
-Papá, no hace falta que hagas ningún drama, te garantizo que todo seguirá igual- Dijo intentando
tranquilizar a su padre
-¡No prometas nada que no puedas cumplir! Pronto marcharas a Brasil y será Marco quien dirija la
empresa... Tú apenas vendrás
Entonces se levantó, estaba muy nervioso, dirigió la mirada a Cristian
-¿Y tú qué? Que te recogí cuando estabas arruinado, que deberías besar el suelo por donde piso
¿Qué te ha ofrecido ese traidor?

Cristian bajó la mirada incapaz de contestarle e incluso de sostenerle la mirada. Felipe ya no aguantó más y se fue de la reunión, por sus venas corría un torrente de de rabia que apenas podía contener, salió del edificio sin decir nada a nadie, todos los empleados miraban extrañados, preguntandose ¿Qué le debe pasar? Ignoraban todavia el cambio de dirección de la empressa.
Se sentó en la plaza que había delante y se puso a pensar qué podía hacer. No podía dejar que el
arrebataran el mando y quedarse de brazos cruzados, aunque tenia que reconocer que Marco había buscado las alianzas necesarias.

Podía hablar con su hijo y ceder en el tema de Brasil. La mujer de Pedro estaba deseando ir a Brasil, montar allí una delegación y poder darle trabajo a su familia, y de paso, estar con ellos. Pero eso significaba perder a su hijo de su lado y verlo tres o cuatro veces al año.

Entonces decidió ir a ver a su hija. Si asumía el control de sus acciones podía tumbar la mayoría absoluta de Marco. Ahora ella tendría que decidir entre su esposo y su padre.

La mansión de Marco y Sonia era enorme, mucho más que la suya propia y es que Marco siempre le había gustado hacer gala de su poder economico y le perdía el “que dirán”. El chofer le dejó en la puerta donde ya había salido un mayordomo vestido de uniforme a recibirle.

-La señora no se encuentra, ha ido a buscar a los niños al colegio, desea que le deje algún recado
-No, esperaré
-Pues pase a la biblioteca, desea alguna cosa
-No, gracias, sólo que avises a mi hija en cuanto llegue
Entró en la biblioteca donde todo el suelo y las paredes que no contenían estanterías eran de moqueta, un escritorio y unos sillones renacentistas iluminados por una lampara del mismo estilo, creaban un ambiente muy acogedor y relajante donde poder leer tranquilo pero no lo bastante para tranquilizar a Felipe. Se sentó pero no aguantó ni un minuto sentado y empezó a revisar los libros.
Habían mucho tipo “Lujo y poder”, “Cómo triumfar antes de los 30”, “Cómo ser un buen lider”, etc.

Un estilo de libros que a Felipe le producían naúseas hasta ese día. Hoy veía claro que el de hoy, era un pasomás en la escalada de Marco.

Después de un rato entró Sonia con un bebé en brazos, su padre la observó de arriba a abajo, había engordado, fruto sin duda de los tres embarazos, llevaba un pantalon de peto y un jersey, el pelo recogido con una goma y no se había pintado, sin duda no necesitaba pintarse para ir a buscar a los niños al colegio pero Felipe echó de menos a aquella hija que llegaba todos los días a la oficina como si fuera a un pase de modelos.

Se preguntó entonces qué quedaba en ella de aquella jovencita alegre y peripuesta, dispuesta siempre a buscar la solución y a enfrentarse a quien hiciera falta. ¿Cómo había dejado que Marco le hiciera eso? Incluso había callado cada vez que le habían llegado rumores de que Marco había acosado alguna secretaria, también callaba cuando lo veía quedarse hasta tarde con una o varias secretarias para “acabar unos informes”.

Había permitido que le hiciera todo eso a su hija y ahora, le tocaba a él. De repente se vió como un
jubilado más, jugando a la petanca en el parque y explicando batallitas sobre la gran empresa que
monté.

-Dime, papá ¿Qué es eso tan urgente que querías contarme?
-Marco, me ha quitado el puesto de director general
-¡Ah! Era hoy la moción
-¿Lo sabias?
-Algo había oído, lleva tiempo maquinandolo, sólo le faltaba un pequeño apoyo
-Ya, Cristian, ha comprado a Cristian
-No, papá, no te equivoques, Cristian no te hubiera vendido ni por todo el oro del mundo
-¿Entonces?

Sonia, no quiso contestar, pero no hizo falta, sabía perfectamente en qué consistía el modus operandi de su yerno: Chantaje. Cuando alguien se negaba a negociar, contrataba a unos detectives amigos suyos que lo investigaban y le encontraban cualquier trapo sucio que pudiera tener. Felipe siempre se había opuesto a ese tipo de negociaciones pero no siempre se enteraba.
Sonia seguía sin decir nada. Entonces pensó que era imposible que su hija, una gran empresaria honrada y emprendedora se hubiera convertido en una ama de casa servil y callada a todos los tejemanejes de su esposo.

-¿Sabes que te engaña con todas sus secretarias?
Bajo la mirada, fijó la vista en un sillón, por fijarla en algún sitio porque sus ojos no miraban, sólo intentaban reprimir las lagrimas.
-Ojalá sólo fuera con sus secretarias
Ya, lo tenia claro pero aún así, quiso hacer la pregunta:
-Tú no puedes ayudarme ¿Verdad?
-Sabes que no
Salió todavía con más rabia que horas antes.

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