sábado, 14 de abril de 2012

El principe y el unicornio


-Padre, vengo a informaros que pronto partiré de viaje y estaré unos días fuera, puede que semanas
-¿Cómo?- Contestó el rey sorprendido- ¿Informarme? ¿No deberías pedirme permiso?
-Ya no, tengo 18 años y por lo tanto soy mayor de edad
-Aún así, soy tu padre además de tu rey, me debes explicaciones ¿Qué es eso de un viaje?
-Quiero conocer el reino
-¿Solo?
-No, Pierre y Jacques me acompañaran y serán mi escolta, pero no quiero más, quisiera ir de incognito
-A mí no me engañas ¡Quieres adentrarte en el bosque encantado para intentar domar al unicornio!
-Padre ¿En que os basáis para afirmar eso?
-Muy fácil, porque es lo mismo que hice yo cuando cumplí 18 años y lo mismo que hizo tu abuelo, intentar ser el elegido de la profecía

François se quedó parado, evidentemente soñaba desde niño con ser el elegido del que hablaba la profecía: “El príncipe que consiga domar al unicornio partirá montado sobre él y conseguirá conquistar todos los reinos de la isla”.

Una profecía muy tentadora que provocaba que todos los príncipes de los cuatro reinos se adentraran en el bosque encantado que había en el centro de la isla y donde los limites de los reinos se difuminaban. Algunos volvían después de semanas, puede que meses, hartos de deambular buscando el famoso unicornio, otros en cambio no regresaban nunca.

-¿Sabes que tu tío no regresó, verdad?
-Ya, y aún así tú lo intentaste
-No, no te confundas, yo fuí a buscarlo, pero fue en vano aunque...

El rey dudaba, nunca se lo había explicado a nadie pero igual este era el momento. A lo mejor servía para salvar la vida de su hijo.

-Encontré el cadáver de tu tío, lo había matado el unicornio
-¿Por qué no te trajiste el cadáver para enterrarlo?
-Porque apenas pude salvar la vida ¿Quien te crees que me hizo esto en la pierna?

François se quedó parado mientras observaba una vieja cicatriz que su padre tenia en la pierna, no esperaba eso, siempre había oído decir que el unicornio era un caballo, pero muy difícil de domar, por eso sólo el elegido sería capaz de domarlo pero nunca se podía imaginar a un caballo matando a una persona.

-Pero, un caballo nunca haría eso
-El unicornio no es un caballo, no te confundas, es una bestia salvaje que no duda en atacar a todo aquel que entra en su territorio, por eso sólo regresan los que no lo han visto -Su padre hizo una pausa bien para tomar aire, bien para dar más dramatismo a lo que iba a decir – Los que se cruzan en su camino, no regresan jamás

François se quedó pensativo, toda su vida había soñado con este momento, con llegar a la mayoría de edad para poder internarse en el bosque encantado, ser el elegido y juntar los cuatro reinos bajo su mando, pero siempre lo había visto fácil, sentía que él era el elegido y por ello el unicornio se postraría a sus píes, pero igual no era así.

Entonces pensó que igual el elegido era el que usaba su ingenio para conseguir cazarlo y después domarlo, entonces la experiencia de su padre le serviría para estar preparado y conseguirlo.

Así que después de oír con todo detalle la experiencia de su padre le dijo:

-Padre, pienso ir, aunque os prometo que tendré cuidado
-Ya te he explicado que es una fiera salvaje
-Pues le prepararé una trampa para cazar bestias salvajes
-Tendrás que preparar buenas cuerdas, es muy fuerte
-Pues trenzaré las cuerdas para que resistan más, padre, usted me ha advertido y aprovecharé bien vuestra experiencia para no fracasar yo

De esa manera, el príncipe François se pasó diez días preparando redes muy fuertes, y todo tipo de artilugios para cazar a una bestia, escuchó varias veces el relato de su padre con todo lujo de detalles.

Pasados esos diez días consideró que ya estaban preparados y compañado por sus dos amigos de la infancia se introdujeron en el bosque encantado antes se despidió de sus padres. Los cuales lloraban amargamente. Temían no volver a verlo nunca más y de hecho, así fue.


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