domingo, 18 de septiembre de 2011

Historia de Phoenix XXXXVIII


Eché a volar hasta las montañas donde se escondía el dragón, pensando que decirle: “Escucha en un descampado hay una oveja sola, no le ataques que es una trampa”, pues si ya le había advertido que tuviera cuidado hacía un rato.

Llegue a la cueva, llamé, a nadie le gusta que entren en su casa y no quería saber de lo que era capaz un dragón enfadado, bueno como nadie contestó decidí entrar, no era excesivamente grande era más bien pequeña y muy cálida aunque no podían vivir muchos dragones ahí, ¿igual este dragón vivía solo? Pensé mientras recordaba las palabras del dragón “Yo no robo, yo cazo”, entonces entré y vi en una cavidad al lado una especie de almacén, ahí guardaba el dragón todo lo que cazaba.

Entonces decidí volver al claro, quizás podría quemar la trampa sin que me atacase, el problema es que había llegado tarde, no sabía como funcionaba exactamente y seria muy estúpido por mi parte además de poder costarme la vida.

Pero cuando llegaba vi que el dragón se dirigía directo intenté impedírselo pero no me oyó o decidió ignorarme, la cuestión es que cuando intentó levantar el vuelo con la oveja, él mismo levantó el tronco al que la oveja estaba unida, el cual tenia un extremo bien sujeto al suelo por lo que el otro extremo se levantó hasta clavarle al dragón las lanzas que llevaba en la punta produciéndole múltiples heridas que le hicieron caer al suelo.

Aldo se dirigía corriendo a rematarlo y así lo habría hecho si yo no me hubiera metido en medio, le lancé una llamarada, él se protegió con su escudo y aquel grueso abrigo también le protegía del fuego, tengo que reconocer que sabía lo que hacía.

Le golpeé en el escudo y lo derribé aunque mientras caía intentó alcanzarme con su enorme hacha, por suerte faltó poco para me alcanzara pero eso me hizo darme cuenta que debía acercarme mucho me quedé a una distancia prudencial lanzándole fuego, por suerte vi que el dragón aunque herido huía volando por lo que hice lo mismo.

Recogí a Yanira seguí al dragón hasta la cueva, dentro gastaba sus últimos suspiros en calentar una montaña de piedras que habían en medio de la cueva

-Gracias por intentar avisarme y por ayudarme, he sido una estúpida cuando tú estabas de mi lado
-No te preocupes, guarda energías, mis lágrimas te curarán esas heridas
-Demasiado tarde, he gastado mis últimas fuerzas, por favor cuida …
-Por lo menos, tus dientes no colgaran de ningún collar, que descanses en paz
-¿Y no podemos hacer nada por ella?
-Ya no, venga volvamos a buscar mis cosas y marchémonos de aquí

Antes de marchar del pueblo quise volver otra vez a la taberna a comer algo

-¿Buenas, te quedan lentejas?
-Si, todavía quedan unas cuantas, ¿Te pongo un plato?
-Sí, y una jarra de ese vino

Entonces vi a Aldo sentado en una mesa, una quemadura en la mejilla derecha y también le había desaparecido la barba en ese lado así como parte de la melena en ese lado, sólo cuatro hilillos carbonizados recordaban que hubo pelo.

-Hombre, veo que se ha encontrado con él dragón, ¿Ha habido suerte?
-Lo tenía ya cazado, estaba en mis manos a punto de rematarlo, justo cuando apareció un ave fénix y salió en su defensa
-¿Un ave fénix?¿Pero esas criaturas existen?
-Claro que existen aunque son muy raras, además son seres solitarios, no entiendo como pudo salir en defensa del dragón cuando lo tenia cazado
-Y eso se lo ha hecho el fénix
-Sí, encima el dragón se escapó malherido, lo más probable es que muera escondido quien sabe donde y si se recupera no le quedarán ganas de volver por aquí
-Bueno por lo menos tiene el dinero de la recompensa
-¡Que va! Esta gente no me paga hasta que no vean el cadáver
-Bueno, si ven que deja de atacar, igual se la dan también
-¡Ojala!
-Sólo tiene que esperar
-No, si no me pienso ir de aquí, hasta que no cace ese fénix
-¿También sabe cazar aves fénix?
-Amigo, yo se cazar cualquier cosa
-Pues que tenga usted suerte

Nunca en mi vida había tenido una conversación tan falsa como esta pero quería hacer de espía para enterarme de sus intenciones, aunque no me preocupaba después de cenar me convertiría otra vez en ave fénix y marcharía volando hasta pasadas las montañas.

-¿Has oído lo que decía ese tipo? Te la tiene jurada
-Ya, pero se va a quedar con las ganas, mañana cuando salga el sol estaremos muy lejos de aquí
-Lo que no entiendo es por qué el dragón gastó sus últimas fuerzas en calentar las piedras aquellas
-¿No te diste cuenta?
-No
-Para empezar es una dragona y en la montaña de piedras estaban sus huevos
-¿Sus huevos?
-Claro, los dragones los esconden dentro de una montaña de piedras
-¿Y que harán los dragoncitos cuando salgan?
-No saldrá ninguno
-¿Por qué?
-Los huevos de dragón necesitan mucho calor por eso siempre los guardan en una montaña de piedras y les meten fuego, pronto las piedras se enfriarán y morirán, que te crees que nos quería decir la dragona antes de morir: “Por favor, cuida de mis pequeños”, por eso gastó su último aliento en darles calor con la esperanza de que alguno esté tan avanzado que salga antes de que se enfríen
-¿Y los piensas dejar morir?
-Yanira, yo no me dedico a cuidar crías de dragón, para eso llama a Hagrid
-Pues vete tú, yo no puedo marcharme sin hacer nada por ellos
-Sabía que me ibas a buscar problemas, ¿Sabes que hay un experto cazador que ha jurado acabar conmigo?
-Esta bien, si tienes miedo lo comprendo, huye y ya me quedaré yo
-¡Lo que me faltaba por ver! Un hada cuidando dragones ¿Los piensas alimentar a base de vallas o les darás el pecho?
-Por lo menos a mi no me da miedo un hombre
-Ese hombre ha matado a cinco dragones, y que sepas que si está vivo fue porque le dejé vivir
-Ya, para salir huyendo
-No me gusta matar, aunque con este tendré que hacer una excepción
-Eso quiere decir que me ayudaras a cuidarlos
-¡Que remedio!

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