jueves, 21 de abril de 2011

Historia de Phoenix XXXIV


Pensé que se alegraría por mi, pero no, estaba de lo más molesta, ¿nosotros? ¿Como podía haber pensado quedarse conmigo si tenia que volver a su bosque? Yo, soy él que buscaba integrarse con humanos, vivir una experiencia nueva.

Yo no sabía cual era el motivo de su enfado, supongo que no le hacía gracia estar todo el día por ahí escondida sin poder hablar conmigo ni poder hacer nada. La cuestión es que se fue, de esa noche no la volví a ver.

Al día siguiente, Elena se vistió y se fue a buscar trabajo, me pidió si Guillermo se podía quedar y le dije que sí.

Al chaval le encantaba ayudarme con la forja y era muy trabajador.

Cuando llegó a mediodía a comer.

-Me han dicho que lo tengo difícil, hay muy poca vida por aquí, en todos los sitios donde he preguntado ni necesitaban a nadie, ni sabían de nadie.
-Bueno, por mi, no tengo inconveniente en que os quedéis el tiempo que haga falta
-Muchas gracias, prometo que ayudaremos en lo que haga falta

Efectivamente, Elena se encargó de que aquello pareciera un hogar y Guillermo se encargaba de buscar leña y de recoger toda la chatarra que había tirada por la ciudad y que pudiera ser fundida, también se entretuvo en hacer más moldes con arcilla, se le daba muy bien.

Al cabo de una semana me sugirió aprovechar los corrales para criar gallinas y conejos.

-Podría comprar unos cuantos si te parece bien
-La próxima vez que venga el mercado compra gallinas pero los conejos me encargaré yo de cazarlos
-¿Como piensas hacerlo? Los necesito vivos para que críen
-No te preocupes, los cazaré vivos
-¿Puedo acompañarte?
-No Guillermo, tengo que ir solo
-Es que quiero ver como lo haces
-Pues lo siento pero no va a poder ser.

Al día siguiente me levanté temprano, me llevé un saco y me fui sonriendo hacía el campo, había cazado montones de conejos, en esta tierra los había por todos los campos, además entre bosque y bosque habían zonas enormes plantas no muy altas donde era muy fácil para mi cazarlos, había cazado cientos de ellos pero nunca había pensado hacerlos criar en casa, se lo montaban bien los humanos.

Deje mi ropa y el saco escondidos y me fui a por el primero, cuando ya había cazado cinco pensé que habría suficiente y regresé asegurándome que no me viera nadie.

Elena ya les había preparado una jaula para que no se escaparan y les tenía preparada comida, bueno un montón de hierba.

-Esta bien, pero has cogido tres machos y sólo dos hembras
-¿Y?
-Para criar con un macho hay suficiente y contra más hembras mejor
-No lo sabía

Era muy lógico pero no lo había pensado, de todas formas las dos hembras no tardaron en criar y pronto no nos faltaron para comer. Así lo íbamos teniendo bien montado, lo que fabricábamos en la herrería se vendía, comprábamos verdura y legumbres, y no nos faltaban conejo y huevos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario