domingo, 16 de octubre de 2011

Historia de Phoenix LII


Estaba a punto de rematarlo cuando vi por el rabillo del ojo al duende que venia a atacarme armado con una flecha de Aldo, se acercaba por un lado.

-¿Donde vas? Asqueroso embustero ¿Quieres que te mate a ti también?
Tal y como dije eso soltó la flecha y echó a correr pero apenas pudo dar unos pasos antes de que lo agarrara por la chaqueta.

-¿Por qué lo has hecho? Eh asqueroso embustero
-¿Por qué vas a ser? Para salvar el bosque
-¿Como?
-Si esos dragones llegan a adultos, pronto no quedaran animales en este bosque
-¿Pero es la ley de naturaleza? Además ¿Que te hace pensar que se quedaran aquí?
-¿Ley de la naturaleza? Una hada y un ave fénix cuidando cachorros de dragón, ¡Vamos hombre! ¿Donde se ha visto? Y piénsalo ¿Cuantos animales habéis cazado entre la dragona y tú? ¿Cuantos más tendrán que morir antes de que decidan irse a otro sitio y cacen animales de otros bosques?
-Todo el mundo tiene derecho a una oportunidad, la vida es así
-Si esos dragones llegan a adultos, ningún animal tendrá la más mínima oportunidad, piénsalo

Me dejó atónito, no lo había pensado así pero tenía razón, había cazado en las últimas semanas más que en muchos años juntos de mi vida.

-Mira, te voy a dejar voy por esta vez pero si te vuelves a entrometer en mis asuntos, no seré tan generoso
-Mátame si quieres pero pienso hacer cuanto esté en mi mano para que esos dragones mueran
-¿Incluso aliarte con un humano y engañarme?
-Por supuesto

Reduje la espada a la medida de un puñal y lo acerqué a su cara pero no mostró el más mínimo miedo, se la clavé en la frente y la fui bajando muy despacito, dejando un rastro de sangre a su paso, era un corte poco profundo pero suficiente para hacerle ver que iba en serio, por desgracia él también y ni se inmutaba.

Estaba convencido de lo que decía, la única manera de librarme de él era matarlo, así acerqué el puñal a su cuello y él cerró los ojos esperando el trágico desenlace.

Pero no fui capaz, me sabía muy mal matar al duende así a sangre fría a pesar de lo que había hecho así que tomé otra decisión.

-Dime tu nombre
-Me llamo Erline
-¿Ese no? Tu nombre élfico

Entonces se le abrieron los ojos, se quedó pensativo

-No pienso decírtelo


Clavé ligeramente el puñal en su cuello, lo justo para que empezara a asomar la sangre

-Dímelo o te mato
-Esta bien, mi nombre élfico es: Aethelwyne
-Aethelwyne
-Esta bien, dime

Cuando dices el nombre élfico de alguna criatura mágica pasa a pertenecerte y debe obedecerte en todo incluso contra su voluntad.

-Salta hasta aquella rama
-Está muy alta, los duende no podemos saltar tan alto

Pero a pesar de lo que dijo saltó y llegó hasta ella

-Pero ¿Como es posible que haya llegado?
-Porque ahora me perteneces y harás cuanto yo te ordene, ahora déjate caer y no pares el golpe
-¿Que?

Tal y como acabe la frase se soltó y pegó con la cara contra el suelo

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