miércoles, 18 de agosto de 2010

La Granja

Hace ya muchos años cuando era joven soñaba con casarme, tener hijos, una casita en el campo, tener un bonito jardín, una pequeña granja donde tener unos cuantos animalitos, etc.
 Poco a poco esas ilusiones se fueron haciendo realidad, no era la casa de mis sueños pero era una casa en el campo, con esfuerzo la iríamos arreglando, a base de fines de semana, dinero y mucha imaginación.
Fuimos arreglando el jardín y construimos un corralito donde teníamos 4 gallinas, lo justo para tener huevos para consumo propio y para que mis hijos supieran lo que es ir a buscar huevos al gallinero. Después en una jaula anexa empezamos poniendo periquitos, el periquito es un pájaro bastante fuerte y ahí estaban muy a gusto, ya que las dos parejas que compramos tuvieron dos ovadas en el primer verano, y al verano siguiente el número de parejas se había multiplicado, pronto un montón de pollitos reclamaban comida en cada nido hasta el punto que tuvimos ya que regalar/vender algunos. Después les acompañaban diamantes, codornices, agapurnis incluso, canarios.

Me encantaba observarlos recorrer aquel voladero y sobretodo, le encantaba a mis hijos que pasaban horas observando su comportamiento. Pero yo, entre semana no tenia tiempo de revisarlos, pero bueno confías en tu pareja, con la que compartes obligaciones y disfrutes, ilusiones e inquietudes. Pero luego se fue distanciando y cada fin de semana cuando yo bajaba me los encontraba más descuidados.
 -No tengo tiempo
 -¿Ni siquiera para dedicarles 5 minutos cada dos o tres días?

 Hasta que al final me los encontré todos muertos, aún recuerdo sus cadáveres disecados junto al comedero, esperando que llegara el alimento que nunca llego. Ahora que lo pienso en la distancia creo que fue la prueba más fehaciente que ya no podía contar en ella, que nuestros sueños ya no eran los mismos, que nuestros destinos ya no iban de la mano.

 Supongo que ese fue el final de nuestros sueños juntos, y desde entonces soñamos cosas distintas. Hoy día, de lo que mis hijos llamaban “la granja” sólo queda el recuerdo, el recuerdo en un padre que quería que sus hijos supieran distinguir una codorniz de una paloma. Me pregunto si algún día volveré a tener sueños e ilusiones.

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