La
reunión
Subí corriendo
las escaleras mientras miraba el reloj: Las nueve y diez. Llegaba
tarde pero no demasiado, toqué el timbre mientras observaba el
crucifijo colgado de la puerta, sin duda no me había equivocado de
puerta. Al momento me abrió el padre Miguel.
-Hola, gracias por
venir, pasa, te estamos esperando.
Entré en la casa
del cura, era una casa sencilla como todas en nuestro barrio, pisos
pequeños sin ascensor y muebles viejos, estaba llena de santos,
vírgenes y ángeles adornando todas las paredes. Cuando entré en el
comedor me sorprendió ver un póster de Maquiavelo entre tanto
santo, supongo que para ser sacerdote en nuestro barrio debía
aplicar muchas veces aquello de que el fin justifica los medios
porque en nuestro barrio nada es blanco o negro... Todo son grises.
Observé los otros
miembros de la reunión: Sonia, la madame acariciando su lindo
perrito, llevaba una hermosa melena rubia aunque todos sabemos que es
teñida, sus ojos son marrón claro, su piel muy blanca nos dice que
no suele salir a la calle de día, sus hermosos pechos asoman
juguetones pues lleva un vestido rojo tremendamente provocativo,
pienso que demasiado corto y con demasiado escote para ir a la casa
de un cura pero Sonia es como es.
Entonces siento un
escalofrío cuando veo que a su lado está Gregorio sentado, es
moreno con el pelo corto y bigote, sus ojos son negros como el
carbón, su cara es alargada y sus rasgos bruscos, es bastante alto y
está fuerte, se nota que va al gimnasio. Es un policía local,
también es del barrio de toda la vida, de niño era un abusón,
supongo que por eso se hizo policía, para poder seguir dando palizas
sin problema. En el otro sofá hay una chica bastante alta y delgada
con cara de no haber roto un plato en su vida. En clase era la más
torpe y es que, estaba más pendiente de los chicos que de las
lecciones pero su tío la enchufó en el partido y ahora es concejal
del ayuntamiento. Entonces empezó a hablar el padre Miguel.
-Gracias a todos
por venir, os preguntareis por qué os he hecho venir. Pues bien, ya
sé que no somos muy amigos y creo que desde aquella noche de San
Juan no habíamos estado los cinco juntos -Esa referencia me
sorprendió, casi no la recordaba -Pero creo que a pesar de nuestras
diferencias todos queremos este barrio y debemos unirnos para
defenderlo de la mafia de moros que lo están jodiendo.
-La solución es
muy fácil: Que los detenga -dije yo señalando a Gregorio.
-Sabes que no
puedo hacerlo sin pruebas o me acusaran de racista.
-¿Qué no tienes
pruebas? Pero si venden la droga en la puerta del instituto
-Sabes
perfectamente que pillando al pringao de turno con veinte euros de
chocolate no solucionamos el problema, necesito saber donde la mueven
-Está bien, la
traen en un camión -Entonces intervino Sonia- un trailer matricula
francesa que descarga en el polígono, no sé en qué nave pero lo
conduce un tal Abberraman, gordo, feo y le encanta pegar a las tías
pero yo no he dicho nada
-Ves, eso es una
ayuda –Replicó Gregorio dirigiéndose a mí- ¿Y donde la
esconden? ¿En el locutorio?
-No -Dije yo con
condescendencia- Tienen un piso en la calle Machado, allí tienen un
laboratorio donde la cortan con mierda y de un quilo sacan tres.
-Mira quien habla.
-Perdona, no
compares, yo no vendo mierda y por supuesto, no se la vendo a los
niños... no se la vendo a nuestros hijos.
-Señores, por
favor, tengamos la fiesta en paz, estamos aquí para defender nuestro
barrio de un enemigo común.
-Está bien
Gregorio, dame un email y te enviaré detalles para que los puedas
empapelar, pero que quede claro que no soy tu chivato.
-Por supuesto, que
quede claro que esto no cambia nada entre nosotros, no te debo nada.
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