-Gracias señor por la medalla
pero pienso que tampoco fue para tanto
-No Yaru, sí es muy importante,
por eso tú no debes pensar, para eso estamos los superiores
-Pero sólo eran unos
traficantes de libros ¿Qué tienen de peligroso los libros?
-Mucho, es más: Todo, todos los
errores del mundo antes del holocausto están en los libros, por eso
la gente con tú o como yo no debemos tener acceso a ellos, para que
no se repitan los mismos errores.
-Pero ¿No sería mejor conocer
los errores del pasado?
-No, el Orden es la mejor
manera, antiguamente había libertad, la plebe podía comer cuanto
quisiera, de lo que quisiera y engordaba demasiado, incluso algunos
morían de obesidad, pensaban y se revelaban por eso siempre habían
guerras, ahora no, todos cumplimos el Orden y vivímos en orden.
El Orden era la religión en el
país de Yaru y lo controlaba todo, la dieta que se debía comer
cada día, el oficio a que se debía dedicar cada uno, incluso eran
los sacerdotes quien decidían con quien te tenias que casar, te
daban permiso para tener relaciones sexuales, etc.
A toda persona, cuando cumplía
los 10 años los sacerdotes le hacían una ceremonia: El Ragaina en
la que decidían cual seria su oficio, en el Ragaina le tatuaban en
el cuello, debajo de la oreja el nombre, el oficio que habían
decidido para él y la clase social. A la plebe, les dibujaban un
circulo que indicaban que eran los más bajos y no tenían derecho ni
siquiera a aprender a leer y escribir.
Yaru era más afortunado, en su
Ragaina decidieron que seria policía como su padre y por eso le
tatuaron una estrella, el siguiente nivel. Por eso pudo aprender a
leer aunque no tiene acceso a libros, puede leer el Orden y las demás
leyes que debe hacer cumplir.
-Te voy a ascender, te voy a
poner como guardaespaldas de una chica, es la hija de un sacerdote
por lo que tiene cinco estrellas ¿Sabes lo que eso significa?
-Sí, que puede hacer lo que
quiera e ir donde le plazca
-¡No!
Dijo su jefe dando un golpe
encima de la mesa, Lo miró fijamente, llevaba el uniforme de policía
gris perfectamente planchado, con una pequeña perilla como era
obligado en su cargo, pelo cano, ya que había pasado los cuarenta,
estaba ligeramente gordo debido a que una lesión le impedía hacer
deporte, por ello le habían asignado al despacho y le habían
rebajado de ir al gimnasio tres veces por semana como debían hacer
todos los policías en servicio.
Yaru tenia 25 años, era mucho
más joven y más alto, estaba cuadrado y hacía karate desde los
diez años como era obligatorio para todos los policías. Era moreno,
de rostro alargado y facciones suaves, sus ojos eran azules y
contrastaban con el gris del uniforme como una pincelada de color en
una foto en blanco y negro.
Hizo gesto de condescendencia
inclinando la cabeza hacia un lado y dijo:
-Ya lo sé, es un ser superior
por lo que debo tratarla con el máximo respeto inclinando siempre la
cabeza y no mirarle nunca a los ojos
-Piensa que es la hija de un
sacerdote, si le caes bien, su padre se encargará de elegirte una
buena esposa... y más cosas, pero eso sí, si la cagas
Su jefe hizo un gesto pasándose
el pulgar con el puño cerrado por delante del cuello y es que, la
pena de muerte era el castigo para muchos “delitos”, por ejemplo:
Robar en casa de un sacerdote, bueno de hecho, si un sacerdote te
cogía manía podía ordenar ejecutarte bajo cualquier pretexto.
Al día siguiente, Taru se
levantó temprano y fue andando hasta la entrada de la zona “Cuatro
estrellas” sólo la gente con cuatro o más estrellas podía entrar
dentro de la zona amurallada, aunque a él los guardas lo dejaron
pasar en cuanto enseñó el documento que le acreditaba como
guardaespaldas.
-Espera, te daré un papel con
las indicaciones para llegar a casa de los señores Manrou
-¿Tan complicado es?
-No, pero esto no es el barrio
bajo, aquí no estás autorizado... si te pillan fuera de la ruta son
50 latigazos ¿Sigues diciendo que no necesitas mapa?
-¡Vale! Me has convencido,
cogeré ese mapa
Agarró el croquis que le habían
hecho los guardas y se dirigió a buscar el sitio por aquellas calles
pavimentadas con enormes aceras donde no se veía ni un papel por el
suelo, ni una papelera rota, ni siquiera una baldosa levantada.
Pensaba en la diferencia con su barrio de calles estrechas en tierra
con aceras sin baldosas y paredes desconchadas. Y eso que el suyo no
era de los peores barrios de la ciudad.
Llegó a una puerta enorme de
hierro hermosamente decorada, eso le sorprendió, ese tipo de adornos
los prohibía el Orden por considerarlos superfluos e innecesarios,
sin embargo este sacerdote tenia la puerta y la casa llena de figuras
que representaban ángeles, demonios o doncellas.
Antes de llamar se aseguró bien
que fuera la dirección correcta, después hizo sonar la campana y
enseguida llegó un mayordomo, vestido con un traje gris que le
obligaba a llevar el cuello estirado y levantar su nariz aguileña,
era moreno aunque bastante calvo y por el gesto serio de su cara
parecía que no se había reído en la vida, Yaru pensó que quizás
era por miedo, ya que reírse de un sacerdote tenia cárcel y
tortura.
-Buenas, soy el nuevo
guardaespaldas de la señorita
-Le acompañaré hasta la
habitación de la señorita Elma
Mientras caminaban por el jardín
hasta la casa el mayordomo le fue explicando las instrucciones y
cuando hubo acabado, le cogió del brazo y casi susurrando le dijo.
-Debe tener mucho cuidado con la
señorita es, demasiado liberal
-Bueno, pero ella puede serlo
¿No?
-Sí, pero usted no y debe
protegerla y cuidarla
-¿Que pretende decir con eso?
-Que tendrá que...Nadar y
guardar la ropa, no sé si me entiende
-La verdad es que... No mucho
-Ya lo entenderás
Yaru se quedó pensando, las
cinco estrellas era los más alto de la sociedad, por encima de ella
sólo estaban los sacerdotes que llevaban unas alas, los jueces que
llevaban un martillo y los gobernantes con una corona, a Yaru le
habían enseñado que eran seres superiores que sabían de todo, y
por eso podían tener la libertad que se les negaba al pueblo ¿Cómo
iba él a decirle a una chica así lo que puede o no puede hacer?
El mayordomo lo dejó en la
puerta y él llamó. Al momento oyó “Adelante” y entró.
-Buenas, señorita Elma soy su
nuevo guardaespaldas y estoy a su servicio -Yaru entró agachando la
cabeza y sin dejar de mirar la alfombra pero en cuanto levantó la
vista se la encontró en la cama pintándose las uñas vestida
únicamente con unas bragas y un sujetador - ¡Perdón! Esperaré
fuera
-¡Eh! ¿Donde vas?
-Fuera - Contestó Yaru que se
había dado la vuelta y ya se dirigía a la puerta
-Te ordeno que te pares y te des
la vuelta
Yaru se paró automáticamente
pero no se atrevía a girarse, ahora entendía a lo que se refería
el mayordomo.
-Como no te gires ahora mismo
haré que te azoten por no obedecerme
Yaru se giró pero con la cabeza
tan baja que sólo le veía los pies, unos pies pequeños y preciosos
con la mitad de la uñas pintadas.
-Mírame a los ojos
-Señorita Elma
Dijo Yaru mientras iba
levantando la vista y viendo el cuerpo perfecto de Elma, sobre todo
le llamaron la atención sus pechos, era la primera vez que veía
unos, a pesar del sujetador se distinguía su forma perfectamente,
eran como dos melocotones, su cara era redonda, su nariz chata y sus
ojos verdes estaban envueltos de una larga melena rubia ondulada. Sin
duda era la chica más bonita que había visto en su vida.
Él se sentía muy incomodo,
consciente de su pecado. Ella en cambio disfrutaba con la situación.
-¿Qué pasa, no te gusta lo que
ves?
-¡Claro que sí!
Entonces sintió morirse, esa
respuesta le podía costar la castración, sin duda era la que
esperaba Elma pero a partir de ahora debía pensar mucho antes de
abrir la boca
-Pero sabe usted que su padre me
la hará cortar si la miro a usted desnuda
-¡Ah! ¿Eso es lo que te
preocupa? Que te corten tu cosita
Elma dijo eso y le lanzó una
sonrisa picarona mientras levantó la mano derecha rápidamente para
rozar el paquete de Yaru que creció más de lo que parecía posible.
Yaru sintió como una descarga y por un acto reflejo se agachó
tanto que llegó a la altura de Elma y sus labios casi se rozaron.
Ella lejos de asustarse, le besó en la boca.
-Muy bien, veo que lo has
entendido
-¡Perdón! Yo no quería
-No lo estropees, escúchame con
atención, ves esto
Elma se levantó el pelo y le
enseñó su cuello donde llevaba su nombre tatuado rodeado por cinco
estrellas y, no llevaba ningún oficio porque podía dedicarse a lo
que quisiera
-Sí, son cinco estrellas
-Pues eso, significa que debes
hacer todo lo que yo te ordene ¿Lo has entendido?
-Sí – Al momento se dio
cuenta que le faltaba algo y corrigió – Sí, señorita Elma
-Vale y ahora vente que me tengo
que acabar de pintar las uñas
Yaro estaba sentado en el suelo
al lado de la cama y a los pies de Elma aguantándole el bote
mientras ella se entretenía dándose pinceladas en las uñas. En esa
operación ella estaba agachada y sus pechos se movían como dos
melocotones maduros a punto de caer. Yaro no podía dejar de mirarlos
y su excitación iba en aumento. De hecho, ya hacia rato que estaba a
punto de explotar.
Elma le notó inquieto y le
preguntó:
-¿Qué te pasa?
-Que necesito ir al lavabo
-¿Seguro?
-Sí,claro – Contestó él,
sorprendido por la pregunta
-A ver, ponte de pie y ya te
diré yo que es lo que tienes
Él obedeció, rojo como un
tomate se puso de píe pidiendo a los dioses del Orden que el
pantalón fuera lo bastante holgado para que no se notara que dentro
algo estaba a punto de explotar
-Así no vas a poder mear
-¡Por favor señorita! ¡No sé
que me pasa! – Suplicó él temiendo un castigo
-No te preocupes tontorrón, que
yo sí sé lo que te pasa, venga desnúdate
Le contestó ella mientras
acariciaba el bulto que asomaba en el pantalón, él sintió un
inmenso placer con esa caricia hasta el punto que su mente dejó de
pensar en lo que le podía pasar y obedeció.
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