martes, 8 de mayo de 2012

Cinco estrellas


-Gracias señor por la medalla pero pienso que tampoco fue para tanto
-No Yaru, sí es muy importante, por eso tú no debes pensar, para eso estamos los superiores
-Pero sólo eran unos traficantes de libros ¿Qué tienen de peligroso los libros?
-Mucho, es más: Todo, todos los errores del mundo antes del holocausto están en los libros, por eso la gente con tú o como yo no debemos tener acceso a ellos, para que no se repitan los mismos errores.
-Pero ¿No sería mejor conocer los errores del pasado?
-No, el Orden es la mejor manera, antiguamente había libertad, la plebe podía comer cuanto quisiera, de lo que quisiera y engordaba demasiado, incluso algunos morían de obesidad, pensaban y se revelaban por eso siempre habían guerras, ahora no, todos cumplimos el Orden y vivímos en orden.

El Orden era la religión en el país de Yaru y lo controlaba todo, la dieta que se debía comer cada día, el oficio a que se debía dedicar cada uno, incluso eran los sacerdotes quien decidían con quien te tenias que casar, te daban permiso para tener relaciones sexuales, etc.
A toda persona, cuando cumplía los 10 años los sacerdotes le hacían una ceremonia: El Ragaina en la que decidían cual seria su oficio, en el Ragaina le tatuaban en el cuello, debajo de la oreja el nombre, el oficio que habían decidido para él y la clase social. A la plebe, les dibujaban un circulo que indicaban que eran los más bajos y no tenían derecho ni siquiera a aprender a leer y escribir.
Yaru era más afortunado, en su Ragaina decidieron que seria policía como su padre y por eso le tatuaron una estrella, el siguiente nivel. Por eso pudo aprender a leer aunque no tiene acceso a libros, puede leer el Orden y las demás leyes que debe hacer cumplir.
-Te voy a ascender, te voy a poner como guardaespaldas de una chica, es la hija de un sacerdote por lo que tiene cinco estrellas ¿Sabes lo que eso significa?
-Sí, que puede hacer lo que quiera e ir donde le plazca
-¡No!
Dijo su jefe dando un golpe encima de la mesa, Lo miró fijamente, llevaba el uniforme de policía gris perfectamente planchado, con una pequeña perilla como era obligado en su cargo, pelo cano, ya que había pasado los cuarenta, estaba ligeramente gordo debido a que una lesión le impedía hacer deporte, por ello le habían asignado al despacho y le habían rebajado de ir al gimnasio tres veces por semana como debían hacer todos los policías en servicio.
Yaru tenia 25 años, era mucho más joven y más alto, estaba cuadrado y hacía karate desde los diez años como era obligatorio para todos los policías. Era moreno, de rostro alargado y facciones suaves, sus ojos eran azules y contrastaban con el gris del uniforme como una pincelada de color en una foto en blanco y negro.
Hizo gesto de condescendencia inclinando la cabeza hacia un lado y dijo:
-Ya lo sé, es un ser superior por lo que debo tratarla con el máximo respeto inclinando siempre la cabeza y no mirarle nunca a los ojos
-Piensa que es la hija de un sacerdote, si le caes bien, su padre se encargará de elegirte una buena esposa... y más cosas, pero eso sí, si la cagas
Su jefe hizo un gesto pasándose el pulgar con el puño cerrado por delante del cuello y es que, la pena de muerte era el castigo para muchos “delitos”, por ejemplo: Robar en casa de un sacerdote, bueno de hecho, si un sacerdote te cogía manía podía ordenar ejecutarte bajo cualquier pretexto.
Al día siguiente, Taru se levantó temprano y fue andando hasta la entrada de la zona “Cuatro estrellas” sólo la gente con cuatro o más estrellas podía entrar dentro de la zona amurallada, aunque a él los guardas lo dejaron pasar en cuanto enseñó el documento que le acreditaba como guardaespaldas.
-Espera, te daré un papel con las indicaciones para llegar a casa de los señores Manrou
-¿Tan complicado es?
-No, pero esto no es el barrio bajo, aquí no estás autorizado... si te pillan fuera de la ruta son 50 latigazos ¿Sigues diciendo que no necesitas mapa?
-¡Vale! Me has convencido, cogeré ese mapa
Agarró el croquis que le habían hecho los guardas y se dirigió a buscar el sitio por aquellas calles pavimentadas con enormes aceras donde no se veía ni un papel por el suelo, ni una papelera rota, ni siquiera una baldosa levantada. Pensaba en la diferencia con su barrio de calles estrechas en tierra con aceras sin baldosas y paredes desconchadas. Y eso que el suyo no era de los peores barrios de la ciudad.
Llegó a una puerta enorme de hierro hermosamente decorada, eso le sorprendió, ese tipo de adornos los prohibía el Orden por considerarlos superfluos e innecesarios, sin embargo este sacerdote tenia la puerta y la casa llena de figuras que representaban ángeles, demonios o doncellas.
Antes de llamar se aseguró bien que fuera la dirección correcta, después hizo sonar la campana y enseguida llegó un mayordomo, vestido con un traje gris que le obligaba a llevar el cuello estirado y levantar su nariz aguileña, era moreno aunque bastante calvo y por el gesto serio de su cara parecía que no se había reído en la vida, Yaru pensó que quizás era por miedo, ya que reírse de un sacerdote tenia cárcel y tortura.
-Buenas, soy el nuevo guardaespaldas de la señorita
-Le acompañaré hasta la habitación de la señorita Elma
Mientras caminaban por el jardín hasta la casa el mayordomo le fue explicando las instrucciones y cuando hubo acabado, le cogió del brazo y casi susurrando le dijo.
-Debe tener mucho cuidado con la señorita es, demasiado liberal
-Bueno, pero ella puede serlo ¿No?
-Sí, pero usted no y debe protegerla y cuidarla
-¿Que pretende decir con eso?
-Que tendrá que...Nadar y guardar la ropa, no sé si me entiende
-La verdad es que... No mucho
-Ya lo entenderás
Yaru se quedó pensando, las cinco estrellas era los más alto de la sociedad, por encima de ella sólo estaban los sacerdotes que llevaban unas alas, los jueces que llevaban un martillo y los gobernantes con una corona, a Yaru le habían enseñado que eran seres superiores que sabían de todo, y por eso podían tener la libertad que se les negaba al pueblo ¿Cómo iba él a decirle a una chica así lo que puede o no puede hacer?

El mayordomo lo dejó en la puerta y él llamó. Al momento oyó “Adelante” y entró.
-Buenas, señorita Elma soy su nuevo guardaespaldas y estoy a su servicio -Yaru entró agachando la cabeza y sin dejar de mirar la alfombra pero en cuanto levantó la vista se la encontró en la cama pintándose las uñas vestida únicamente con unas bragas y un sujetador - ¡Perdón! Esperaré fuera
-¡Eh! ¿Donde vas?
-Fuera - Contestó Yaru que se había dado la vuelta y ya se dirigía a la puerta
-Te ordeno que te pares y te des la vuelta
Yaru se paró automáticamente pero no se atrevía a girarse, ahora entendía a lo que se refería el mayordomo.
-Como no te gires ahora mismo haré que te azoten por no obedecerme
Yaru se giró pero con la cabeza tan baja que sólo le veía los pies, unos pies pequeños y preciosos con la mitad de la uñas pintadas.
-Mírame a los ojos
-Señorita Elma
Dijo Yaru mientras iba levantando la vista y viendo el cuerpo perfecto de Elma, sobre todo le llamaron la atención sus pechos, era la primera vez que veía unos, a pesar del sujetador se distinguía su forma perfectamente, eran como dos melocotones, su cara era redonda, su nariz chata y sus ojos verdes estaban envueltos de una larga melena rubia ondulada. Sin duda era la chica más bonita que había visto en su vida.
Él se sentía muy incomodo, consciente de su pecado. Ella en cambio disfrutaba con la situación.
-¿Qué pasa, no te gusta lo que ves?
-¡Claro que sí!
Entonces sintió morirse, esa respuesta le podía costar la castración, sin duda era la que esperaba Elma pero a partir de ahora debía pensar mucho antes de abrir la boca
-Pero sabe usted que su padre me la hará cortar si la miro a usted desnuda
-¡Ah! ¿Eso es lo que te preocupa? Que te corten tu cosita
Elma dijo eso y le lanzó una sonrisa picarona mientras levantó la mano derecha rápidamente para rozar el paquete de Yaru que creció más de lo que parecía posible. Yaru sintió como una descarga y por un acto reflejo se agachó tanto que llegó a la altura de Elma y sus labios casi se rozaron. Ella lejos de asustarse, le besó en la boca.
-Muy bien, veo que lo has entendido
-¡Perdón! Yo no quería
-No lo estropees, escúchame con atención, ves esto
Elma se levantó el pelo y le enseñó su cuello donde llevaba su nombre tatuado rodeado por cinco estrellas y, no llevaba ningún oficio porque podía dedicarse a lo que quisiera
-Sí, son cinco estrellas
-Pues eso, significa que debes hacer todo lo que yo te ordene ¿Lo has entendido?
-Sí – Al momento se dio cuenta que le faltaba algo y corrigió – Sí, señorita Elma
-Vale y ahora vente que me tengo que acabar de pintar las uñas
Yaro estaba sentado en el suelo al lado de la cama y a los pies de Elma aguantándole el bote mientras ella se entretenía dándose pinceladas en las uñas. En esa operación ella estaba agachada y sus pechos se movían como dos melocotones maduros a punto de caer. Yaro no podía dejar de mirarlos y su excitación iba en aumento. De hecho, ya hacia rato que estaba a punto de explotar.
Elma le notó inquieto y le preguntó:
-¿Qué te pasa?
-Que necesito ir al lavabo
-¿Seguro?
-Sí,claro – Contestó él, sorprendido por la pregunta
-A ver, ponte de pie y ya te diré yo que es lo que tienes
Él obedeció, rojo como un tomate se puso de píe pidiendo a los dioses del Orden que el pantalón fuera lo bastante holgado para que no se notara que dentro algo estaba a punto de explotar
-Así no vas a poder mear
-¡Por favor señorita! ¡No sé que me pasa! – Suplicó él temiendo un castigo
-No te preocupes tontorrón, que yo sí sé lo que te pasa, venga desnúdate
Le contestó ella mientras acariciaba el bulto que asomaba en el pantalón, él sintió un inmenso placer con esa caricia hasta el punto que su mente dejó de pensar en lo que le podía pasar y obedeció.

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