Miguel sale del pub donde trabaja sobre la una de la madrugada y baja paseando calle abajo hasta su casa, no hay nadie en la calle excepto un extraño que fuma un cigarro al final de la calle apoyado en la pared del edificio.
Va paseando y una furgoneta negra aparece por la calle, al llegar a la altura del individuo, este sin previo aviso le dispara con una pistola taser que lo deja inconsciente, ayudado por otros dos tipos que salen de la furgoneta lo meten dentro y desaparecen sin que nadie se dé cuenta.
No se puede saber cuanto rato estuvo inconsciente pero se despertó sentado en una silla en un despacho oscuro, de hecho las únicas luces que habían le dan en la cara así que casi no puede distinguir a los tres tipos que hay al otro lado del escritorio, uno el que parece más mayor está sentado en un enorme sillón, los otros dos están de pie, no puede distinguirlos pero son morenos, musculosos y muy altos.
-Me han dicho que has estado preguntando por Margarita, incluso sé que la has estado espiando por los alrededores de su casa – Pregunta el hombre más mayor
-Usted perdone, sólo tenia ganas de verla, me hizo prometer que esperaría a que ella me llamara pero no me pude aguantar
Contestó Miguel abrumado por el secuestro
-¿Cómo dices jovencito?
-Margarita y yo estamos saliendo, ella ya me pidió que no me acercara a su casa pero no le hice caso, lo siento mucho, no quise oportunarles
-¡Qué mi hija esta saliendo con este…peludo!
Entonces se produjo un silencio incomodo, Miquel no supo que contestar y el otro tipo siguió hablando.
-Esta bien, haremos una cosa, si no vuelves a ver a Margarita olvidaré este pequeño incidente y todos tan contentos
-¡Ah no! Pídame lo que quiera menos eso
-Escucha niñato, no he criado a mi hija para que acabe con un músico peludo que toca en un garito de mala muerte por unos eurillos, ella se merece algo mejor
-Con todos los respetos, señor, eso es una cosa que tendrá que decidirlo ella
-A mí nadie me lleva la contraria, Ambrosio explícale que les pasa a los que me replican
Sin mediar palabra el individuo de su izquierda se acerca hasta Miguel y le suelta dos puñetazos en el estomago, Miguel empieza a escupir sangre pero dice.
-Me da igual lo que me haga, su hija y yo nos queremos y no podrá separarnos
-Está bien amigo, reconozco que tienes agallas por lo que te daré una última oportunidad
Le ponen encima de la mesa un enorme fajo de dinero.
-Toma, coge este dinero y desaparece de la ciudad
-Señor, no pienso abandonar a su hija
-Esta bien, pensaba que serías más inteligente, te arrepentirás de haber tomado esta decisión, Ambrosio, Berto procurad no marcarle mucho la cara
Acto seguido, el padre de Margarita desaparece y Ambrosio y el otro individuo se dedican a apalizar a Miguel hasta que pierde el conocimiento, después lo dejan tirado en un callejón oscuro.
Al día siguiente Margarita cuando sale de la universidad pasa a ver a su amor al supermercado donde trabaja.
-Hola cariño
-Hola
-¿Qué pasa? Parece que te han dado una paliza
-Sí, ayer me atracaron al salir del pub y se liaron a darme patadas
-Pero si tú no tienes madera de héroe ¿Por qué no les diste el dinero sin discutir?
-Pues mira, me dio por hacerme el héroe
-Vaya por Dios, bueno a ver si quedamos el sábado, ya te llamaré yo para quedar ¡Eh! sobretodo, tú no me llames cuando esté en casa
-Vale
Dos días más tarde, Miguel sale de casa para ir al supermercado a trabajar y dos calles más abajo le para la policía, le pide la documentación y le hacen abrir el maletero, cuando lo abre ven un extraño maletín, el policía lo abre y descubre que está lleno de cocaína.
-Agente eso yo no lo había visto en mi vida
-Ya, si me dieran un euro por cada vez que he oído eso
-Le juro que es un error, soy inocente
Entonces el policía se le acerca y le dice bajito:
-El único error es que deberías haber cogido el dinero
Entonces Miguel se queda callado, sabe que nada de lo que diga o haga le salvará.
El sábado Margarita intenta localizar a Miguel pero no lo consigue, el lunes se pasa por el supermercado para verlo pero no ha venido a trabajar, le pregunta a su jefe que le dice:
-Lo detuvieron la semana pasada, resulta que traficaba con drogas ¿Quién lo iba a decir? Con lo buen chico que parecía ¡Esta juventud no sé no irá a parar!
Sale del supermercado sin dar crédito a lo que ha oído, entonces se acuerda de la paliza de días anteriores, empieza a atar cabos y se da cuenta que sólo hay una posibilidad así que cuando llega a casa le pregunta al ayudante de su padre.
-Ambrosio ¿Tú no sabrás nada sobre un chico llamado Miguel que trabajaba en un supermercado?
-No ¿Por qué había de saber nada?
-Ambrosio, te conozco de toda la vida, a mí no puedes mentirme ¿Qué le habéis hecho?
-Nada… señorita
-Ambrosio, sabes que lo averiguaré ¿No querrás que me enfade contigo?
-Está bien, su padre le preparó una trampa
-Pero ¿Por qué?
-Para alejarlo de usted
Miguel llevaba un par de días encerrado cuando lo llevaron al juzgado para ver al juez, cuando llegan al juzgado lo hacen pasar al despacho del señor juez, el policía lo esposa a la silla y lo dejan a solas con el juez.
-Hola muchacho
-Hola señor juez, le juro que soy inocente, me tendieron una trampa, pero el policía que me detuvo también estaba en el ajo
El juez escuchó esas palabras sin ni siquiera levantar la vista, después se lo quedó mirando por encima de las gafas y con suma tranquilidad le contestó:
-Muchacho, por desgracia para ti, todos estamos en el ajo, no sé que has podido hacerle al señor Panucci pero estoy dispuesto a llegar un trato contigo
-¿Un trato? ¿Qué trato?
-No sé, digamos… un año en una cárcel…mmmm ¿Te gusta Andalucía?
-¿Cómo?
-El señor Panucci te quiere lejos, no sé porqué, así que si aceptas la condena sin abogado ni juicio podemos apañarlo rápidamente
-No
-Piénsalo bien chaval, el fiscal pedirá cinco años tranquilamente, un año pasa rápido pero cinco no
-No pienso llegar a ningún acuerdo, esto es un atropello
-Bueno, tú mismo, yo lo he intentado
Unos días más tarde estaba Miguel en su celda componiendo una canción titulada “Me hallo prisionero por culpa de tu amor” cuando le vino el carcelero.
-Chaval, tienes visita
Salió hacia fuera y le dio un vuelco al corazón cuando descubrió que era su amada.
-Hola amor
-¿Amor? Serás estúpido ¿Cuántas veces te dije que no intentaras localizarme?
-Pero, es que no podía aguantar sin verte
-Tonto
-¿Cómo me iba a imaginar yo esto?
-Está bien ¿Cómo se llama el juez que lleva el caso?
-El juez Velasco
-Mierda, mi padre lo tiene comprado
-Lo sé
-Bueno amor ¿Me sigues queriendo?
-Claro que sí, ninguna cárcel puede para lo que siento por ti
-Está bien, veré que puedo hacer pero tendrás que tener paciencia
Unos meses más tarde, Berto da vueltas por la mansión, el señor Panucci lo está esperando pero daría su brazo izquierdo por una excusa para no ir, al final coinciden en un pasillo y no puede hacer nada.
-Hombre Berto, te estaba esperando, fuiste a hablar con el juez Velasco
-Sí…sí… He estado hablando con él
-Sí y ¿Cómo es que ha soltado al músico ese?
-Al parecer… Hubo un error administrativo
-¡Qué no me venga con pamplinas! Con lo que le pago no se puede permitir esos errores ¿Qué le has dicho?
-Bueno… Va…Al parecer alguien le hizo chantaje
-Ah, eso es otra cosa, pues ahora debes averiguar quien fue y me lo traes
-No…no… no hará falta
-¿Por qué?
-Por…Porque ya sé quien ha sido
-¡Ah si! ¿Y quien ha sido?
-Su…su hija…Margarita
El señor Panucci llevaba siempre un bastón de bambú y se ayudaba de él para andar en ese momento le dio tal golpe a Berto con él que se rompió
-Cómo osas pronunciar siquiera el nombre de mi hija
-Señor… Le juro que es verdad… Por lo que más quiera
-Lo que más quiero es precisamente mi hija ¡Maldito bastardo!
En ese momento respiró hondo y continuó hablando algo más pausado
-Está bien, te concederé el beneficio de la duda, pero si me has mentido…Te mataré lo juro ¡Ambrosio!
-Sí señor
-Quiero que averigües qué puede haber de cierto en lo que dice este bastardo
-Señor… Lamento decirle… Que seguramente lo es, me consta que en varias ocasiones ha ido a verlo a la cárcel
-¿Y Por qué no me lo has dicho antes?
Se hizo el silencio, no hacía falta contestar, todos sabían la respuesta
Esa noche, durante la cena, el señor Panucci no decía nada, hasta que en un momento dado dijo:
-Que salga todo el mundo, quiero hablar con mi hija a solas
Una vez hubo salido todo el mundo
-Margarita, dime una cosa ¿Tú le has hecho chantaje a un juez para que deje en la calle a pelagatos ese con el que tonteabas?
-Sí, y volvería a hacerlo
-Sabes cual es la pena por traicionarme
-Sí, la muerte ¿No?
-Eso es lo que quieres, que te mate
-Prefiero morir a vivir sin él
-Pero hija, te lo he dado todo
-Todo no, padre, todo no
Se produjo un silencio sepulcral ¿Qué hacer? No podía matarla
-Está bien, puedes salir con él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario